jueves, 2 de febrero de 2012

Carla, la más linda del pueblo.

La actriz nacida en Recreo, en Catamarca, es una de las protagonistas de la nueva tira de Telefe. Pese a su vertiginoso ascenso asegura que nunca se olvida de donde salió. Su amor por los varones más grandes que ella.
 Mientras posa, su hermana Marou le hace sugerencias: “De espaldas. Sonreí” y hace gestos que Calu Rivero imita frente al flash de la cámara. Ambas ríen y reproducen esa intimidad de hermanas, de cierta niñez eterna que a veces subyace como vínculo. No importa que ella sea asediada por los fotógrafos, o que subida a unas plataformas extremas se pasee con movimientos de cisne, con elegancia, mientras la persiguen las luces de las cámaras de televisión. Se buscan, se miran, son compinches, por eso Rivero fue acompañada por su hermana a la presentación de Dulce amor, la nueva novela que protagonizará en el prime time de Telefe.

Puede aparecer como personaje del año en la tapa de alguna revista o ser la elegida de la diseñadora internacional Agatha Ruiz de la Prada. Puede posar con el torso desnudo sin inconvenientes, puede elegir siempre el look más cool en cualquier encuentro, o pasar música en una exclusiva fiesta en Punta del Este, o interpretar distintas versiones de villanas, pero ahí, en ese instante en el que ambas ríen, son sólo dos chicas más, que como tantas han subido algún video a YouTube en el que a carcajadas, por ejemplo, aspiran gas helio y juegan con los efectos que les produce en la voz. En ese momento, se evapora por un rato la Calu Rivero hot, esa que en sólo cinco años se volvió una de las figuras más buscadas.

–Se ve que se divierten mucho con tu hermana. ¿Solés llevarla a estas presentaciones?

–Con mi hermana somos muy compañeras y me gusta traerla a estos eventos para que sea parte de todo, porque somos dos chicas de pueblo que antes veíamos esto y nos preguntábamos cómo sería.

–¿Qué se siente ser “la chica del momento”?

–No… no me gustan los rótulos, no sé lo que significa ser la chica del momento.

–¿Pero sos consciente de que marcás tendencia?

–Todo nace de una diversión mía, de querer pasarla bien, de vestirme, de tener ganas de proponer algo que, si contagia y a la gente le gusta, me parece genial, pero sería muy estúpido de mi parte creerme ese rótulo porque no tendría sentido para mí. Estaría generándolo para lo que otros dicen y no me interesa.

Antes de que esto pasara, de que su rutina, como ahora, discurriera entre grabaciones maratónicas, de doce horas, y luego cena, baño y a la cama a estudiar los libretos para el día siguiente, Carla María Soledad Rivero fue “una chica de pueblo”, de Recreo, una localidad catamarqueña, y luego siguió como muchacha del interior en Córdoba.

Tiene 24 años. En Córdoba estudió teatro, luego de debatirse entre las artes dramáticas y el diseño de vestuario. Decidió probar suerte en Buenos Aires a los 18. Empezó con bolos en novelas (Son de Fierro, Lalola) hasta que le llegó el momento de interpretar a su primera mala en Patito Feo y ahí ya no paró. Fue más mala en Casi ángeles. En el medio se hizo fuerte su perfil como modelo de varias marcas. Y siguió poniéndole el cuerpo a villanas. En Alguien que me quiera fue loca y mala malísima,y por eso fue nominada a actriz revelación para los Martín Fierro. El año pasado interpretó a Erica Linares Calvo en El elegido. Este año, en la novela Dulce amor, que produce Enrique Estevanez, interpretará a una de las tres hermanas dueñas de una fábrica de golosinas que funcionarán como eje del nuevo culebrón.

–¿Cómo será tu personaje?
–Natacha es la hermana del medio. Con muchos conflictos. Siempre fue la cara de la marca de la empresa de golosinas. Sonreía con los caramelos. Cuando fallece su padre, a los 15 años, decide desvincularse de todo y se va a Los Ángeles a gastarse la fortuna familiar. Siempre le hizo mucho daño la muerte de su padre y eso le genera ataques de pánico. Y ella vuelve a Buenos Aires porque su hermana, Carina Zampini, le corta la tarjeta de crédito. Acá conoce a Juan Darthes, que es su chofer, y ella se confunde, y él la pone en su lugar, pero después él se confunde. Es el único que la puede sacar de sus estados de pánico.

–Hay una diferencia de edad entre los personajes. ¿Te atraen los hombres mayores que vos?

–Siempre me gustaron los hombres mayores, no con tanta diferencia de edad como en la novela, pero sí. Una sola vez estuve con alguien de mi edad.

–¿Ahora estás sola?

–Ahora estoy “pauseada”, pero no voy a hablar de eso.

Ahí Calu Rivero corta con amabilidad, pero tajante. Lo único que va a decir sobre situación amorosa es eso: está “pauseada”. Durante dos años, con idas y vueltas, fue la pareja del músico Emmanuel Horvilleur (antes había sido novia de Aíto de la Rúa). De hecho, protagonizó el video de “12:30”, primer corte de Amor en polvo, el último disco del Illya Kuryaki y junto a él también participó del video del tema “Please me”, de Poncho. Allí ambos se mataban a besos en una habitación. En ese video ella se hace un tatuaje que ahora pinta su antebrazo con la leyenda: “Música por favor”. Pero la relación con la música no termina ahí, en historias de amor o ante las cámaras. En su página web, Rivero se proclama DJ ocasional. Sobre eso, dice: “La música me divierte, por eso la llevo tatuada en la piel”, y extiende su brazo para mostrar el tatuaje.

El glamour de Rivero es también solidario, por eso participa de la campaña de Tom Shoes, una empresa de alpargatas que por cada par vendido dona otro a niños que lo necesiten. Para apoyar esa campaña, pasó un día entero descalza.

–¿Cómo fue esa experiencia? ¿Cómo llegaste a relacionarte con esa campaña?

–Apenas llegué a Buenos Aires me vinculé con Tom Shoes, una empresa norteamericano-argentina que produce alpargatas y por cada par que vende dona un par. Allá son muy conocidos. Acá no porque la alpargata no es un objeto de deseo, las encontrás en un supermercado. Y ellos me propusieron ser embajadora y la premisa fue usar la alpargata, y hacerles entender a los nenes que se tenían que calzar. Y hay un día que tenés que concientizarte en que hay personas que no tienen la posibilidad de calzarse. Entonces pasás un día descalza. Es impresionante caminar descalza y que la gente te mire, porque podés estar vestida pero te miran porque no llevás zapatos, o ir al baño y que esté mojado, o la calle, la piedra… Me gustó ser parte. Ahora el 10 de abril es de nuevo y lo voy a hacer.

–¿Vas seguido a tu pueblo? ¿Cómo vivís el cambio entre aquel pasado y este presente?

–A Recreo siempre volví porque me encantaba vacacionar ahí, aunque hiciera calor del Norte. Crecer en un pueblo te da como otra cosa, una libertad... saber de dónde venís, y saber que muchas cosas que no tenía y que ahora tengo son accesorias. Eso nunca lo pierdo de vista.

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